Cuando uno asiste a una carrera de Karting y pasea por boxes, se oye hablar de
reglajes, de motores, de chasis, etc. pero raras veces de seguridad. Y, sin embargo, la
mayor parte de los "managers" tenemos como pilotos a nuestros hijos, a los que
ansiamos proteger de cualquier daño y, mucho más, de una lesión permanente. No
nos debemos engañar: el karting es un deporte con un cierto riesgo que debe ser
matizado y controlado. Nunca se está libre de un accidente, pero si yo pensara que no
se puede controlar el riesgo sobre un kart que circula a más de 130 Kms/h, jamás
habría dejado que mis hijos participaran en una carrera.
Creo que lo primero que hay que rechazar es una idea: " Esto no nos puede pasar a
nosotros". En este deporte, más pronto o más tarde, el piloto va a experimentar
trompos, salidas de pista, contactos y posibles golpes o vuelcos. Y hay que preverlo
para disminuir sus consecuencias. Como dicen los expertos en seguridad en el
trabajo: si algo ocasiona un peligro, en algún momento alguien lo sufrirá.
La seguridad es fundamentalmente un asunto de actitud. Las normas y reglamentos
establecen un nivel mínimo que debe cumplirse, pero la actitud pro activa tiene que ir
más allá. No hay que temer dejar de participar en una carrera en la que los riesgos
estén por encima de lo admisible. No existe ninguna razón para justificarlo, ni trofeo o
palmarés que lo valga.
Y seguridad no consiste solamente en poner un casco al piloto. Además, un buen
número de accidentes suceden fuera de las situaciones más críticas en carrera. Las
pequeñas negligencias pueden ocasionar lesiones que, no por inesperadas, son
menos reales. Los boxes son también lugares peligrosos.